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lunes, 17 de marzo de 2014
Alto Orinoco: Magia Yanomami
He tenido la inmensa suerte de viajar al Alto Orinoco, acompañando a una expedición que nos llevó a territorios yanomamis vedados a los turistas, debido al impacto que pueden ocasionar en esa bella y frágil civilización.
Nuestra aventura comenzó en Puerto Ayacucho, en donde nos quedamos maravillados con el paisaje y con la bella posada Orinoquia, que maneja Cacao Travel. Las habitaciones son unas churuatas de ensueño, ubicadas en un recodo del río Orinoco, que nos regalaron una vista espectacular sobre el imponente y misterioso río.
La travesía continuó con un vuelo en avioneta hasta Tamatama, en el centro del estado Amazonas y al borde del río Orinoco. El viaje fue sensacional porque sobrevolamos el mítico tepuy Autana, origen sagrado de civilizaciones ancestrales, y pudimos observar desde arriba la inmensa selva que recubre todo el sur de nuestro país.
En el caserío embarcamos en un bongo, que me hizo recordar los recorridos de Gabriel García Márquez durante su niñez por el río Magdalena. En ese bongo pasaríamos unos días inolvidables navegando por el Orinoco, comiendo en su improvisada cocina, observando tucanes durante horas enteras, parándonos en cada recodo interesante, y sintiendo cómo la selva nos envolvía a cada paso. Estábamos felices y convencidos de que ésta era la forma más segura de llegar hacia las más intrincadas zonas del país Yanomami.
Uno de los mejores conocedores de aves de Venezuela, Alberto Blanco, organizó la expedición como en sus mejores tiempos de vida en el Amazonas. Nos acompañó Henry Jaimes, todo un personaje de Puerto Ayacucho, que nos sirvió de guía, intérprete, contador de cuentos, embajador ante las comunidades, historiador y único vínculo con la civilización occidental, por medio de su radio de onda corta que lo comunicaba con otros aparatos.
Comenzamos a remontar el río al atardecer y pasamos de largo el pueblo de “La Esmeralda”, para acampar en una playa enorme de arena blanquísima a las riberas del río. La atmósfera tan limpia de esas selvas, además de la ausencia total de luz en los contornos, hizo que las estrellas nos abrumaban con su presencia tan cercana. Mientras la noche avanzaba en la soledad única de la selva, sentíamos como se adueñaba de nosotros una carga de emociones especialísimas, que nos hicieron apreciar aun más la verdadera virginidad de la naturaleza.Al día siguiente continuamos la travesía pasando horas interminables y placenteras a bordo del bongo, sin encontrar en el camino ningún signo de humanidad. Solo tucanes, guacamayas, águilas y loros perturbaron el tímido rugido del agua chocando con la proa de la embarcación. Al final de la tarde llegamos a la comunidad yanomami de Pisha-Ashiteri con el piloto del bongo enfermo de paludismo. Este incidente nos abrió la oportunidad mágica y única de ver a dos chamanes en acción, tratando de sacar el espíritu maligno del pariente enfermo. Todo ocurrió en una vivienda de la comunidad en el filo de la madrugada. Las dosis de yopo fueron impregnando de color, uno a uno, los cánticos de los chamanes. Ellos evocaban con sus movimientos y sonidos, unas aves y animales imaginarios. Nosotros observábamos inmóviles y asombrados la ceremonia, sin atrevernos a hacer notar nuestra presencia. Al final del rito medicinal, gritos aterradores marcaron la salida del espíritu maligno del cuerpo del enfermo. Nosotros nos fuimos aturdidos por tanta impresión.
Al amanecer, agotados por la emoción de haber asistido a un acto milenario, llevamos al enfermo hasta la misión de Santa María de los Guaicas, para ser atendido según las reglas de la medicina moderna. Al regreso, los yanomamis nos prepararon una fiesta preciosa en la cual participó toda la comunidad. Las mujeres se vistieron con las mejores galas y se maquillaron esplendorosamente para la ocasión, bailaron y cantaron con vigor y coquetería. Los hombres practicaron tiro al blanco con sus arcos y flechas, con una ingenuidad espontánea que nos ayudaba a quererlos más. Los niños jugaban a la lucha libre de una forma, que provocaba volver a la infancia a esforzarse por las cosas más sencillas de la vida.
Esos días que pasamos viviendo con los yanomamis en el alto Orinoco fueron realmente mágicos, nos hicieron sentir que vivíamos a diario en un mundo equivocado, y que la verdadera felicidad es más sencilla de lo que parece. Ellos nos hicieron querer aun más a Venezuela y a Dios que nos envió a esta tierra de gracia.
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Saludos Álvaro desde España.
ResponderEliminarMi nombre es Paco Acedo y estaba interesado en organizar una expedición en solitario a las comunidades Yanomamis del amazonas. He visto su entrada en blog de su viaje a las comunidades yanomami.
Mi objetivo es filmar un reportaje sobre estas tribus del amazonas y tengo especial interés en convivir con ellos en su vida real acampando en su misma aldea y compartiendo su día a día por una semana aproximadamente.
Quisiera saber si usted me podría dar información sobre guías o agencias que trabajen este tipo de viaje.
Quedo a la espera de sus noticias.
Un saludo y gracias