domingo, 25 de octubre de 2015

Puerto Cabello es una ciudad muy histórica, con playas espectaculares.

Lo primero que hay que visitar en Puerto Cabello es su casco histórico, muy interesante y repleto de casas coloniales que parecen querer contar historias y leyendas fascinantes. Uno de esos relatos narra que el general José Antonio Páez vino desde Valencia hasta aquí con sus lanceros, para expulsar definitivamente a los realistas de Venezuela, que permanecían acantonados en Puerto Cabello hasta el 8 de noviembre de 1.823 ¡Dos años después de la batalla de Carabobo! El camino por donde entraron al pueblo era un manglar que hoy se conoce como calle Los Lanceros, una de las más hermosas del casco colonial, nombrada así en honor a los llaneros liberadores.
En el centro de la ciudad hay muchos monumentos patrimoniales y todos son valiosos. Comience por la iglesia de San José, en la Plaza Bolívar, construida con piedras de coral por la compañía Guipuzcoana en el año de 1700. Allí se casó el prócer Bartolomé Salom, y Páez recibió la espada de rendición definitiva por parte del comandante español. Continúe hacia la casa de la Compañía Guipuzcoana, una casona de dos pisos con un enorme patio central, balcones coloniales y techos de tejas. Entre también en la preciosa iglesia del Rosario, recorra la plaza Salom y el Monumento El Águila, construido en honor a los soldados norteamericanos que ayudaron a los patriotas en la guerra de independencia.
Camine por la plaza Juan José Flores y por el malecón, hasta llegar al Teatro Municipal, que es un bellísimo edificio donde cantó Carlos Gardel y bailó Ana Pavlova. Por cierto, enfrente al teatro en el malecón de la marina está el Skate Park, un parque para patineteros enorme y único en Venezuela, que cumple todas las reglamentaciones internacionales.
Hay una necesidad histórica de recuperar el Castillo Libertador, que es la más importante atracción patrimonial y turística de Puerto Cabello, pero lamentablemente se está deteriorando. Fue construido en 1732 por ingenieros europeos con el nombre de Castillo San Felipe y sus macizos muros son testigos silenciosos, de cómo los españoles repelieron con éxito un feroz ataque de la flota inglesa en el año 1743. Además, el 30 de junio de 1812 se perdió en este castillo la Primera República, y el 10 de noviembre de 1823, sus patios dieron testimonio de cómo fue arriada por última vez la bandera española en suelo venezolano. En sus calabozos estuvieron presos Francisco de Miranda, Bartolomé Salom, Vicente Salias y muchos más luchadores por la libertad de este país.
Alejándose del centro, vale la pena visitar el cementerio alemán, que está comenzando la vía a San Esteban, al borde de la avenida Circunvalación del Mar y muy cerca del mercado municipal. El lugar es único y misterioso, y sus lápidas anuncian apellidos como Kolster, Gramko, Romer, Starke. En su entrada está una de los pocas estatuas del Barón Humboldt que hay en Venezuela, quien visitó a Puerto Cabello en el año 1.800, cuando sólo vivían aquí 9000 personas.
Muy cerca, en una colina, está el Fortín Solano. Fue construido en 1766 por órdenes del Capitán General de Venezuela, José Solano, para defender a la ciudad de los piratas y ofrece la mejor vista de Puerto Cabello. El fortín sirvió de prisión para Pedro Carujo, asesino frustrado de Bolívar. Además, fue el escenario de bombardeos inclementes en el golpe de estado de 1962, llamado “El Porteñazo”. Está muy bien mantenido y hay un café – restaurante buenísimo.
Cómo llegar: Para llegar desde Caracas recorrerás 212 kilómetros por la autopista regional del centro hacia Valencia, y en Yagua se toma la autopista hacia Puerto Cabello. Hay que contar unas tres horas, si en la autopista no se presenta algún choque o inconveniente que son frecuentes.
Dónde comer: Hay muy buenos restaurantes en Puerto Cabello. Si disfrutas la comida árabe te recomiendo Saade, en el malecón. Teléfono: (0242) 361.90.41. Moréa es otra muy buena opción gastronómica, con un ambiente relajado y alegre. Está al lado del Skate Park. Teléfono: (0242) 361.95.12. Boza’s Café es otro lugar jovial donde se come divino, ubicado dentro del Teatro Municipal.
Dónde hospedarse: En cuanto al alojamiento te recomiendo la posada Santa Margarita con los ojos cerrados. Es una vieja casona colonial construida en el año 1748 y perfectamente acondicionada por sus dueños, para recibir a los turistas como si estuvieran viviendo un sueño. El lugar está decorado con un gusto exquisito, las habitaciones son comodísimas y el ambiente es el más romántico que uno puede desear. La posada es realmente espectacular y sus dueños amabilísimos. Calle Bolívar, casa 4-36. Teléfono: (0242) 361.71.13, www.posadasantamargarita.com.ve. Otra muy buena opción es Casa Rosada Boutique Hotel & Restaurant, en pleno casco histórico muy cerca del malecón, y con una vista preciosa hacia el mar desde la terraza. Teléfono: (0212) 993.29.39, www.casatropical.com.ve.
Dónde comprar: En Puerto Cabello hay unos artesanos excelentes, que trabajan con destreza y mucha creatividad. Cómprale un cuadro al pintor Walter Rocha, en la calle Los Lanceros. También visita al taller de Javier La Rosa, en la zona del malecón, y adquiere alguna de sus obras. Y ni hablar del genial Joel Álvarez Landa, con sus esculturas de piedras en equilibrio y su conversación siempre agradable. Ve con él al “Pozo encantado”, para que quieras mucho más a esta zona tan especial.
No olvides: Puerto Cabello es un destino de playa, así que no olvides apartar unas horas para ir a la playa de Patanemo, la preferida de los lugareños. En uno de sus restaurantes pide un pescado fresco, y los mejores productos del mar. Si tienes más tiempo debes ir en lancha a Isla Larga, que es preciosa y tu viaje será inolvidable.
alvaromont@gmail.com

martes, 13 de octubre de 2015

Lima señorial.......

La capital del Perú fue fundada el 18 de enero de 1535 con el nombre de Ciudad de los Reyes por el conquistador español Francisco Pizarro a orillas del río Rímac, en una tierra habitada por los incas. Designada capital de Virreinato del Perú y sede de una Real Audiencia, la ciudad conoció un gran desarrollo con la construcción de iglesias coloniales, la universidad de San Marcos, la imprenta y el comercio de plata. Ese auge se vio mermado por fuertes terremotos, y por el asedio de los piratas ingleses y holandeses que navegaban por el océano Pacífico buscando robar tesoros. En 1684 se comenzaron a construir unas murallas para defender a la ciudad, que lamentablemente fueron demolidas por el ansia de progreso en 1872.
Hoy en día Lima es una ciudad pujante y maravillosa, que espera a los turistas con alegría y buen servicio. El centro histórico es sencillamente impresionante y gira alrededor de su enorme Plaza de Armas. A un lado está el Palacio de Gobierno que es hermoso, la Catedral, cuya primera piedra dicen fue puesta por el propio Francisco Pizarro y cuyos restos descansan en una de sus criptas, el Palacio Arzobispal, una muestra muy especial de la arquitectura colonial española con unos balcones de madera únicos y el Palacio del Ayuntamiento. A unas pocas cuadras está el convento de Santo Domingo labrado en piedra durante el siglo XVII, que es precioso y posee unas catacumbas impresionantes.
Pero uno de los mayores atractivos turísticos de Lima es su cocina. Por algo es considerada la capital gastronómica de América Latina. Los ceviches, las papas rellenas, el lomo saltado, los anticuchos, las causas limeñas y el ají de gallina son platos célebres. Además el suspiro de limeña, la mazamorra morada, el arroz con leche y los picarones son los postres más buscados.
Para probar las influencias orientales, le recomiendo cenar la primera noche en el restaurante Osaka, romántico y precioso, donde sirven las mejores gyozas de pato confitado con cebollas caramelizadas que pueda imaginar. Su propietario Diego Herrera, perteneciente a una familia tradicional limeña, ha logrado exportar este delicioso concepto a México, Brasil, Chile y Argentina. Dirección: Conquistadores 999, San Isidro, Lima. Teléfono: (511) 222.04.05, www.osaka.com.pe.
Al día siguiente visite el Museo Larco, excepcional y mil veces recomendable, con sus colecciones de arqueología del antiguo Perú. Av. Bolívar 1515, Pueblo Libre. Teléfono: (511)461.13.12 www.museolarco.org.
Luego almuerce en el restaurante Señorío de Sulco, donde su propietaria Isabel Álvarez, ofrece desde hace 30 años los mejores platos regionales peruanos con un sabor superior. Su hijo Flavio Solórzano está al frente de los fogones y los sábados ofrecen un buffet especial, que le servirá para probar la causa rellena limeña, el famoso rocoto relleno arequipeño, un cebiche de pulpo especial y un ají de gallina que recordará durante mucho tiempo. Como postre la mazamorra morada es único. Malecón Cisneros 1470, Miraflores. Teléfono: (511) 441.01.83, www.senoriodesulco.com.
Barranco es un barrio muy animado y turístico de Lima. Allí está el Puente de los Suspiros, que inspiró una famosa melodía de los años 60. Bajando el puente, vaya una noche a pasar un rato inolvidable y a tapear en el restaurante Picas, que el ambiente es relajado y alegre hasta el delirio. La música es escogida por un DJ venezolano, que sabe su oficio como nadie. Si quiere probar comida popular, no deje de visitar la Antigua Taberna Queirolo, que es un restaurante donde sirven un sándwich de jamón del país simplemente inolvidable. No faltaran los cebiches, cervezas y papas rellenas. Av. San Martín 1090, Pueblo Libre. Teléfono: (511) 460.04.41, www.antiguatabernaqueirolo.com. Otro restaurante que vale la pena mil veces es el Costanera 700, de Humberto Sato, que ofrece platos de fusión japonesa peruana servidos en una forma extraordinaria. El tiradito con salsa de ají amarillo es estupendo, la causa con pulpa de cangrejo sobre una base de papas es deliciosa y el pulpo grill con crotones de yuca y chimichurri es fuera serie. Av. Del Ejército 421, Miraflores. Teléfono: (511) 421.75.08, www.costanera700.com.
Para seguir con la gastronomía, la cevichera La Mar es uno de los lugares que hacen honor a la fama mundial de Lima. Es de Gastón Acurio, el mismo de Astrid y Gastón, lo cual garantiza la excelencia en la cocina. Además, la barra es súper agradable y el ambiente muy alegre. Avenida La Mar 770, Miraflores. Teléfono: (511) 421.33.65. Otro restaurante superior se llama Cala, frente al mar. Después del infaltable pisco, pruebe el ceviche de lenguado y un “isla negra”, que es arroz a la tinta con camarones y reducción de ajíes. El postre insignia de la casa es el sorbete de maracuyá, realmente delicioso. Dirección: Costa Verde, playa Barranquito, Barranco. Teléfono: (511) 252.91.87, www.calarestaurante.com.
Si quiere saber cómo llegar a Lima, las líneas aéreas Avianca, www.avianca.com, y LAN, www.lan.com, ofrecen muchos vuelos a la semana con aviones nuevos, un servicio correctísimo y saliendo siempre puntual. En cuanto al alojamiento le recomiendo el hotel NM en San Isidro. Servicio correcto y precios honestos es lo que encontrará en este lugar. Av. Pardo y Aliaga 300, San Isidro. Teléfono: (511) 611.10.00, www.nmlimahotel.com.
Otra buena opción es el hotel Ibis de Miraflores, muy bien ubicado y sin pretenciones, este establecimiento es manejado por la cadena francesa Accor. Se encuentra a pasos del centro comercial Larcomar y a 10 minutos de las playas. Avenida Larco 1140, Miraflores. Teléfono: (511) 634.88.88, www.ibis.com.
Usted sabe que no hay viaje sin compras, así que debe comprar recuerdos el mercado artesanal Tesoro del Inca de la avenida La Marina,. Éste es un laberinto maravilloso, de tiendas repletas con los objetos más típicos del Perú. La plata peruana brilla más en ese mercado. Dédalo Arte & Artesanía también ofrece accesorios bellísimos, hechos por diseñadores peruanos que valen la pena mil veces. Los textiles son especiales. Paseo Sáenz Peña 295, Barranco. No olvide visitar el Museo del Oro, que exhibe unas piezas precolombinas únicas en el mundo. Realmente ninguna visita a Lima estaría completa sin una pasada por este fascinante museo. Lunes a domingo de 10:30am a 6:00pm. Alonso de Molina 1100, Monterrico – Surco. Teléfono: (511) 345.12.92, www.museoroperu.com.pe.
También vaya una noche al Parque de la Reserva, para que disfrute de un maravilloso espectáculo de luz y sonido. alvaromont@gmail.com

domingo, 4 de octubre de 2015

Con su estilo único y profundo amor por Venezuela, Elizabeth Kline se convirtió en un punto de referencia obligado del turismo venezolano.

Conocí a Elizabeth Kline en la década de los años 80, cuando ella era reportera de turismo en el desaparecido Daily Journal. Yo trabajaba en el hotel Margarita Concorde en esa época y enseguida, sin ninguna explicación, como en los mejores cuentos humanos, surgió en mí un sentimiento hermoso y verdadero por ella que me ha acompañado sin cesar durante todos estos años. Desde nuestra primera conversación observé en Elizabeth una especie de halo cargado con rigor profesional, mezclado con un toque ingenuo y puro, que parecía brotar espontáneamente de sus palabras, de sus ojos color azul intenso, de todo su cuerpo. Cada frase pronunciada, con un marcado acento adornado de una gracia conmovedora, revelaba su profundo amor por Venezuela, su profesionalismo y sus buenas intenciones.
Recuerdo muy bien que por esos años Berthapaula García, propietaria de la posada El Solar de la Luna en Morrocoy, era la presidente de la asociación de posadas de Venezuela. Como anfitriona excepcional apreciaba más que nadie la facultad inigualable de Elizabeth para apreciar el buen servicio, y me lo recordaba cada vez que conversábamos. Armada con una autenticidad maciza y una ética a toda prueba, sin aceptar agasajos, invitaciones, lisonjas o intercambios publicitarios, Elizabeth recorría todos los rincones de Venezuela sin avisar a nadie, escribiendo exactamente lo que encontraba. Su visión sobre el alojamiento fue siempre muy consistente, y la convirtió en una especie de religión para nosotros los enamorados del turismo. Elizabeth está profundamente convencida, con mucha razón, de que las mejores posadas son aquellas atendidas por sus propios dueños. Esos titanes del turismo venezolano que son los posaderos, temblaban en el mejor sentido de la palabra, con la sola sospecha de que Elizabeth preparaba una nueva gira de inspección. Sabían que aunque existieran las mejores relaciones de amistad, ella iba a escribir sin rodeos exactamente lo que encontrara en su visita.
En una ocasión, un buen amigo que tenía una posada en el llano me pidió algo imposible: que intercediera por un comentario que Elizabeth escribió en su guía sobre la posada. El comentario era en cierta forma inofensivo porque Elizabeth solo redactó lo que vio; que no estaba segura de que la posada ofreciera cuatro o tres habitaciones, porque una de ellas estaba llena de bicicletas. El amigo argumentaba que si Elizabeth le hubiera avisado que venía a su posada, él personalmente hubiera sacado las bicicletas de la habitación. No conocía bien a Elizabeth; ella nunca anunciaba sus inspecciones porque quería encontrarse con lo que hubiera hallado cualquier turista.
He tenido la buena fortuna de compartir con Elizabeth muchas anécdotas simpáticas e imborrables, como aquella que nos ocurrió en un viaje de prensa por los años 90 al hotel Plaza de Nueva York. En esa oportunidad me correspondió coordinar la asistencia de los mejores periodistas de turismo en Venezuela, para que conocieran los hoteles y casinos del multimillonario Donald Trump. Durante la gira Elizabeth era la más preocupada y organizada de todos, nos sorprendía gratamente con su dedicación y profesionalismo. No perdía tiempo y anotaba todo en su libreta; era sencillamente perfecta.
Resulta que varias horas después de dejar la ciudad, en el transporte que nos conducía a Atlantic City para visitar el Trump Taj Mahal, Elizabeth se dio cuenta de que había dejado su pasaporte ¡Encerrado en la caja de seguridad de su habitación del hotel Plaza! Al avisar por teléfono, los amigos del hotel abrieron el cofre con la clave maestra, y enviaron sin problemas el pasaporte de Elizabeth al Taj Mahal. Todos quedamos asombrados, pensado que ese inconveniente hubiera podido pasarle a cualquiera menos a ella, que era la más ordenada. Otra anécdota que no puedo dejar de mencionar es que durante una visita que hizo Joyce mi esposa al apartamento de Elizabeth hace algunos años, cuando acariciaban la idea de hacer una guía de artesanía venezolana, la sorprendió ofreciéndole un soufflé de queso preparado por ella que estaba delicioso. Pocas personas conocen lo bien que cocina Elizabeth, cuan hábil es con las manos en su hobby de carpintería, y cómo disfruta los buenos momentos con sus amigos.
Después de tantos años y vivencias puedo afirmar con la serenidad que nos aporta el tiempo y el afecto, que Elizabeth Kline es una mujer auténtica, transparente, sin dobleces, sincera, bien intencionada y excelente amiga. Con Elizabeth no hay sorpresas, dice lo que piensa sin disimulos, remilgos o complacencias. Este rasgo de su personalidad le forjó su fama de profesional implacable, y seguramente también algunas desavenencias en su vida. Pero es que ella posee tantos talentos para discernir entre lo que funciona y lo que falla en el servicio, para analizarlo impecablemente y para comunicarlo con propiedad, que no guardó ninguna capacidad para los halagos estériles y para la diplomacia. Las recomendaciones de Elizabeth poseen la mayor credibilidad posible que puede lograr un experto en viajes, porque ella se lo propuso así desde el comienzo. Su único compromiso ha sido con sus lectores, y por eso se ganó para siempre un lugar especial en el turismo venezolano. Se despidió de su país adoptivo volando serenamente en globo por el llano, cumpliendo un deseo lejano.
Con la ida de Elizabeth comprobamos que la ausencia es la más indestructible de las presencias, y que la extrañamos cada día que pasa. Gracias a Elizabeth por todo lo que ha hecho, para que nosotros conozcamos y queramos aún más a Venezuela. Nunca podremos retribuirle su aporte invaluable, sino con el inmenso cariño que le profesamos.

Nuestro artículo sobre Elizabeth Kline en El Universal...

La experiencia cuenta - Guía Turística