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jueves, 7 de mayo de 2015
Kavak es magia en el Auyantepui
Dicen las leyendas que el Auyantepui es el hogar de los dioses Arekunas, y que en su cumbre reina Tramán-Chita. A sus pies se encuentra las aldea de Kavak, que merecen un viaje muy especial. Dicen que Kavak es el nombre pemón del loro real y la aldea tiene pocas construcciones, una veintena, todas autóctonas y muy bien dispuestas. Techos de palma, paredes de adobe, en forma circular o elíptica, al mejor estilo original. Como la aldea está tan cerca del Autantepui, se siente en cada instante la fuerza que emana esa mole milenaria. El silencio es abrumador.
La pista donde uno aterriza es muy amplia y se abre hacia valle de Kamarata, como pidiendo que lo recorras por completo. Ese valle es un lugar mágico de unos 400 kilómetros cuadrados, ubicado al sureste del macizo del Auyantepui, bordeado por el río Akanan, en la parte occidental del parque nacional Canaima del estado Bolívar. La sabana es perfecta para un paseo en bicicleta montañera, que alquilan las comunidades indígenas en Kavak. La vista es preciosa por todos lados, sobre todo al amanecer si no hay nubes.
Al llegar y dejar tus cosas en la churuata donde dormirás, lo ideal es hacer un paseo al Cañón de Kavak, que vale la pena mil veces el viaje. Se camina unos treinta minutos en medio de un paisaje precioso, pasando por el pozo de los enamorados y el salto avispa. El último tramo es a nado, cruzando el río Kavak que tiene unas cuerdas de seguridad, hasta llegar a una garganta de rocas por donde cae una catarata de unos 25 metros de altura, entre musgos y naturaleza imponente. Cuando llegues a ese cañón, te parecerá que estas protagonizando una película de aventuras perdidas. Al lugar le dicen la cueva de Kavak, y la sensación de bañarse allí es única en el mundo.
Al regresar a la aldea cargados de energías positivas y felicidad, traten de conocer a su gente, que es tranquila, buena y trabajadora. Por ejemplo, Inés Lambos tiene un conuco que sembró ayudada por la Fundación Eposak, quienes le consiguieron donantes de fondos para su proyecto. Ella cultiva, en una zona preciosa en las afueras de la aldea, piña, cambur, ocumo, ñame, lechosa y muchas plantas más, para surtir las necesidades de la comunidad y de los turistas que vienen.
Eulalia es otra de esas mujeres que nos hacen sentir orgullosos de ser venezolanos; trabajadora, amable y con una conversación interesantísima. Su padre era el jefe de la cooperativa, cuando llegaban miles de turistas a Kavak. Eulalia es otra de las emprendedoras pemonas, que ha sido ayudada por Eposak para realizar su sueño de atender mejor a los visitantes.
Aunque hoy en día no llegan tantos turistas, Kavak sigue siendo uno de esos rincones escondidos que todos los que amamos esta tierra debemos explorar, por lo menos una vez en nuestras vidas.
COMO LLEGAR:
A Kavak sólo se llega en avión, y la mejor opción es la línea Transmandú, ubicada en Ciudad Bolívar. Ellos vuelan con unos aviones Cessna 206, ideales para las pistas de la zona. El vuelo dura una hora y media aproximadamente y si el día está despejado, sobrevuelan el Salto Ángel.
Ave. Jesús Soto, aeropuerto de Ciudad Bolívar.
Teléfono: (0285) 632.14.62, www.transmandu.com.
DONDE ALOJARSE:
Hay tres campamentos en Kavak, todos muy bien manejados por sus habitantes. Yo esta última vez me alojé en unas habitaciones nuevas extraordinarias, que les recomiendo ampliamente. Llamen a Hortensia Berti al (0414) 858.97.27 o a Zulay Calcaño al (0416) 145.24.51 para reservar en la comunidad. Si no las consiguen, la gente de Transmandú les arregla el alojamiento.
DONDE COMER:
En el comedor de Johnny y su hermana Eulalia, en pleno corazón de Kavak. Allí te preparan un pollo kamarakoto que acompañas con casabe y quedarás súper contento. Prueba el cachire y el tumá, para que se lo cuentes a todos tus amigos al regreso.
Hiroma Calcaño es otra cocinera pemona de Kavak, de esas que trabajan con tanto cariño, que su comida sabe a gloria.
NO OLVIDES:
Lleva una linterna para la noche, ropa manga larga y cómoda, shorts, sombrero, repelente y protector solar. Un buen libro como El Hombre que amaba los Perros, de Leonardo Padura, para que pases esas tardes tranquilas en Kavak.
Ayudar a que estos soñadores de Kavak logren realizar sus iniciativas, a través de Eposak y la Fundación Esteban Torbar. www.eposak.org.
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